Aquí tenemos el spot publicitario, que, Seat, la empresa española de automóviles, lanzó para promocionar su nuevo Seat Ateca, donde podemos ver a una joven que nos va relatando las distintas facetas de su vida, a través de su Seat. El lema utilizado es “Maravillosa rutina” y el tema que suena es un clásico de Nina Simone, “Sinnerman”.
Eunice Kathleen Waymon (su verdadero nombre) fue
una cantante y pianista de blues y Jazz nacida en Tryon, Estados Unidos, en 1933 y falleció en 2003. Fue una magnífica compositora, pianista y
cantante de distintos estilos de música como soul, jazz, blues o rhythm &
blues que destacó por ser una gran activista y luchadora de los
derechos civiles de las personas de raza negra, concretándose quizás más en las mujeres, aunque ambos por igual, por lo que vemos en esto,
cierta relación entre lo que el anuncio nos quiere comunicar, y lo que el
trasfondo de la canción nos quiere transmitir.
De este modo, si nos centramos en el relato de la
chica, habla de tener claro lo que sí quiere ser, y que el momento de empezar a
cambiar, para llegar a conseguir sus metas, es ahora. Y si nos paramos a
pensar, ¿Por qué habla de cambio o de empezar a cambiar? ¿Quizás hasta el
momento de esta reflexión, no tenía claro cuál era su papel, su lugar, sus
metas, sus méritos, sus posibilidades? ¿Quizás nos quiera hacer reflexionar sobre
el papel de la mujer en la sociedad, sobre un pasado “oscuro” y sobre un cambio
para un futuro mejor?
Considerando éste el punto de la cuestión,
enfoquemos el tema y que salten chispas.
Las mujeres hemos evolucionado a grande escala desde el
siglo pasado, y es cierto que podemos mostrar una gran satisfacción por los
logros alcanzados hasta hoy día en cuanto a libertad, recursos económicos,
derechos sociales, prestigio y poder, en relación con un pasado en el que, como
ya sabemos, predominaba la desigualdad entre hombres y mujeres, cargos
sociales, razas y etnias, religiones y matrimonios y entre continentes y
países.
Un pasado en el que, ya desde la prehistoria era el
hombre el que se dedicaba a las tareas duras como la caza y la pesca, mientras la mujer cuidaba de los críos, la vivienda
y cocinaba, dando lugar así a unos prejuicios que han continuado a lo largo
de la historia.
En la antigua Grecia, no se consideraba ciudadano a todo
aquel que fuese mujer, esclavo,
meteco ni jóvenes de menos de 30 años.
Con la revolución industrial tuvimos infinitos casos de desigualdad laboral, donde mujeres y niños
no eran tratados igual que los hombres adultos, recibiendo por su labor
cantidades mínimas de dinero y exponiéndose a graves peligros.
Es decir, desde un pasado muy pasado, se fueron marcando
unas culturas, y conductas negativas en relación al papel de la mujer, y que se
han ido desarrollando siglos tras siglos, sin pararle los pies.
Hoy día, tras la lucha de muchas mujeres, me repito
diciendo que podemos mostrar una gran
satisfacción por los logros alcanzados, pero no basta con compararnos con
nuestras madres y abuelas, del siglo pasado, ni mucho menos con un pasado aún
más remoto, sino con los varones de nuestra misma edad y condición.
La injusticia en el reparto de tareas familiares sigue
siendo evidente, a pesar de cierta evolución. Seguimos haciéndonos cargo de los
niños, los enfermos, los ancianos y las actividades necesarias para el
mantenimiento del hogar, que no reportan ingresos, ni recursos, ni protección
laboral, pero sí mucha energía, tiempo y responsabilidad.
Aún las mujeres no disfrutamos de las mismas
oportunidades para trabajar que los hombres, aún seguimos contemplando los
típicos prejuicios de clasificación de trabajo masculino y trabajo femenino, y
siquiera gozamos aún del mismo reconocimiento en relación a nuestra aportación
profesional.
Según algunos estudios, “el grado de igualdad no guarda
relación con el nivel de desarrollo. Es paradigmático el caso de EE UU, que ha
bajado cuatro puestos y ocupa el lugar 49 de los 144 países analizados. España
ha pasado del 29 al 24, pero tampoco podemos estar satisfechos, pues en 2006
estábamos en el 11, lo que da idea de lo inseguro que es el avance. Con un
índice del 0,75 estamos mejor que la media (0,68), pero lejos de los países que
han alcanzado las mayores cotas de igualdad: Islandia (0,88), Noruega (0,83),
Finlandia (0,82), Ruanda (0,82) o Suecia (0,82).” – al menos así lo
publicaba El País en 2016 - https://elpais.com/elpais/2016/03/22/opinion/1458650925_601946.html
Por
tanto, ninguna de esas conquistas nos ha
asegurado la igualdad íntegra. Hay que seguir luchando por la igualdad.
Luchando para avanzar, pero también, para no perder lo que hemos conseguido.
Somos
nosotras, sobre todo las jóvenes, el principal fermento de la justicia o igualdad
de género.
Ya compartimos todas las aulas y casi todos los
contextos de trabajo con los varones. Somos conscientes de nuestras cualidades
porque las contrastamos continuamente con nuestros compañeros varones y
desmontamos los estereotipos antiguos que justifican el trato injusto que
experimentamos. Defendemos nuestra igualdad en capacidades, derechos y
posibilidades y cada vez más, no permitimos que se nos identifique con imágenes
desvalorizadas y negativas.
La formación de las mujeres
en el conocimiento científico también nos da legitimidad para defendernos y
desmontar los estereotipos negativos que inhiben nuestro empoderamiento.
En fin, debemos seguir
luchando por todo esto, concienciarnos y tomar las riendas, asemejarnos a las
palabras de la chica del anuncio:
“Mi vida es la
suma de muchas vidas, me encanta cambiar, cuestionarme, el día a día está lleno
de retos, y tienes que adaptarte. Con los años, estoy mucho más segura de quién
quiero ser, y a dónde quiero llegar. Y si me preguntan ¿cuándo es el mejor momento
para cambiar? Diría: AHORA.”
La chica del anuncio pide un cambio, porque
queremos un cambio. Así, que las mujeres debemos tener claro quiénes somos
ahora, y cómo queremos ser en adelante.
Ser mujeres sintiéndonos bien con
nosotras mismas, satisfechas con la vida que construimos cada día.
Y para definir la mujer que quieres ser debes empezar por conocerte
y valorarte a ti misma. Saber qué es lo que te hace feliz. Qué actividades, clima, ropa, amigos,
comida, música, etc., te hacen feliz. Y cuándo sepas que quieres ser, solo tú
sabes cómo hacerte feliz.
Así que una vez identificado el
escenario ideal en el que esa mujer brilla y sonríe, es hora de que te regales
a ti misma ese mismo escenario. Regálate la oportunidad de serlo.
Comprende que la mujer que quieres ser
no es más que:
- tú misma cuando no tienes prejuicios o miedos.
- tú misma cuando defiendes tus valores y actúas acorde a tus principios.
- la mujer que no renuncia a sus sueños sino que piensa constructivamente en cómo alcanzarlos.
Como la chica del anuncio, una chica
independiente, competente, a la altura e incluso por encima, ¿por qué no?, con
metas en la vida, con sueños por cumplir, trabajadora, luchadora, lista, que
maneja un poco de todo, etc.
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